domingo, 23 de septiembre de 2012

EL ASESINATO COMO COMUNIÓN DE PLACER SEXUAL


Entre los años de 2005 -  2006 en México se vivió una serie de asesinatos seriales en la comunidad gay. Raúl Osiel Marroquín Reyes, mejor conocido como “El sádico” o “el mata homosexuales” fue el perpetuador de dichos asesinatos. El modo de operar del asesino serial y secuestrador consistía en contactar a hombres jóvenes en cafés y centros nocturnos, principalmente en la Zona Rosa de la Ciudad de México, en donde entablaba amistad y una vez obteniendo la confianza de su víctima los invitaba a un hotel o a su apartamento. En dicho lugar Marroquín Reyes interrogaba a sus acompañantes para determinar si contaban con recursos económicos y en caso de no tenerlos eran asesinados en seguida, en cambio los que disponían de dinero eran llevados con engaños al departamento del inculpado, donde eran sometidos, ultrajados y asesinados.

            El cautiverio de las víctimas duraba entre cinco y siete días en el departamento de Marroquín Reyes que era utilizado como casa de seguridad, donde además los secuestrados eran torturados y finalmente ahorcados con una soga hasta privarlos de la vida. Posteriormente el detenido introducía los cuerpos dentro de maletas negras que abandonaba en la vía pública.

            Durante el mes de diciembre, en diversos puntos de la Ciudad de México, fueron encontradas maletas de viaje negras que contenían cadáveres de personas. El patrón de conducta de Raúl Osiel Marroquín Reyes, se identificó con la utilización de cinchos de plástico para sujetar las manos de sus víctimas y la colocación de un listón rojo en el cuello, así como la sustracción de las identificaciones de los plagiados, las cuales conservaba y portaba al momento de su detención. Su marca personal consistía en marcar sobre la frente de sus víctimas la figura de una estrella.

            Marroquín no llevaba a cabo dichos crímenes solo; contaba con un cómplice: Enrique Madrid, que lo ayudaba a someter a sus víctimas y a deshacerse de los cuerpos, este sujeto hasta el momento sigue prófugo de la justicia.

            México cuenta con una larga tradición de cultura machista, ser mujer en este país es lo peor.

El lenguaje popular refleja hasta qué punto nos defendemos del exterior: el ideal de la "hombría" consiste en no "rajarse" nunca. Los que se "abren" son cobardes. Para nosotros, contrariamente a lo que ocurre con otros pueblos, abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse, "agacharse", pero no "rajarse", esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad. El "rajado" es de poco fiar, un traidor o un hombre de dudosa fidelidad, que cuenta los secretos y es incapaz de afrontar los peligros como se debe. Las mujeres son seres inferiores porque, al entregarse, se abren. Su inferioridad es constitucional y radica en su sexo, en su "rajada", herida que jamás cicatriza.” (Paz, 1998, p. 10).

 Y aún más ser homosexual, pero irónicamente la proliferación de “gays” va en aumento desde hace unos años atrás. Todo tiende a una “moda” homosexual; ropa, música, antros, códigos de comunicación, etc. las parejas del mismo sexo se muestran en la calle de manera tan natural como si fueran parejas heterosexuales. Marroquín Reyes, quizá, aunque él nunca lo afirmó, es homosexual. Aunque esta aseveración es arriesgada hay indicios por los cuales aventurarse para ello. Para esto hay que tener en cuenta un hecho en el historial del asesino; perteneció alguna vez al ejército mexicano. No es una casualidad su enrolamiento, inconscientemente pudo adherirse para estar más cerca de un grupo de hombres fuertes y, bravos. Para esto, entiéndase el inconsciente como:

En psicoanálisis, el inconsciente es el concepto clave de la teoría, puesto que constituye su principal objeto de estudio, y designa en el sentido tópico un sistema y un lugar psíquico desconocido para la conciencia ("la otra escena") y en el sentido dinámico al conjunto de los contenidos reprimidos que son mantenidos al margen, apartados de la conciencia, aun cuando ellos muestren una permanente efectividad psíquica e intensa actividad a través de mecanismos y formaciones específicas.” (http://es.wikipedia.org/wiki/Inconsciente).

El ejército es una institución donde se exalta la hombría, la fuerza, es una institución donde “nadie se raja”, donde hombre es sinónimo de “macho”. La milicia no era para él, quizá esa fue la causa de su baja; reprimidos sus deseos homosexuales abandonó el ejército. Pero fuera de dicha institución, la sociedad no era tan diferente. Al abdicar su rol como soldado pudo tener sentimientos encontrados ¿quién era él? ¿Tenía acaso una identidad? ¿Era hombre o tenía sentimientos de mujer?  Como ya se ha dicho, sus víctimas eran hombres con preferencias homosexuales. No se trataba de crímenes de odio, pues en alguna ocasión Marroquín Reyes declaro perpetuar dichos crímenes en la comunidad “gay” por ser más fácil abordar un hombre que a una mujer. El cortejo entre homosexuales es más sencillo que un cortejo heterosexual. Por lo general el secuestrador y asesino visitaba antros gay, pues, de esta manera le resultaba más sencillo seducir a un hombre que a una mujer.

Es aquí donde aparece Enrique Madrid, el cómplice del “Sádico”, que, al parecer también era homosexual y además; exmilitar, este último solo estaba a la sombra de Marroquín Reyes. Ambos se conocen, entablan amistad y juntos deciden abandonar la milicia en pro de una vida nueva. Ambos quizá, tuvieron las mismas incógnitas sobre su identidad, y, la cultura que traían detrás suyo era imposible de soslayar; si eran hombres no se podían “rajar”, no podían ser gays, ni siquiera confesarlo delante de ellos; cara a cara.

Nuestras relaciones con los otros hombres también están teñidas de recelo. Cada vez que el mexicano se confía a un amigo o a un conocido, cada vez que se "abre", abdica. Y teme que el desprecio del confidente siga a su entrega. Por eso la confidencia deshonra y es tan peligrosa para el que la hace como para el que la escucha.” (Paz, 1998, p. 10).  

La incursión en el crimen de secuestro y asesinato podría obedecer a dos razones, la primera de ellas y, quizá la principal, tiende a la necesidad económica. La segunda y es aquí donde interviene el contexto social de la homosexualidad, bien podría ser el desprecio por estas personas, no por su tendencia sexual, sino porque los criminales no podían ser ellos. Ya se ha hablado acerca de la idiosincrasia del mexicano y la formación militar que tuvieron; simplemente no les era permitido ser parte de ellos. Ambos se encontraban en una encrucijada; no podían ser lo uno ni lo otro. Asesinar a los homosexuales de manera tan sádica representaba la destrucción de ellos mismos, esto, podría ser un primer alcance, más no el principal motor de este ensayo. En algún punto de la historia de estos dos criminales se podría entrever, sino es que evidenciar, a los personajes de la novela de Dostoievski “Los Endemoniados”, al menos en su filosofía.

“Nuestros personajes partidarios no son solo aquellos que matan o incendian, aquellos que disparan la pistola al modo clásico o que muerden a sus oficiales. Ésos nos incordian, como mucho… El maestro de escuela que se ríe con sus alumnos de Dios y de su cuna, ése si es de los nuestros. El abogado que defiende la causa del asesino instruido porque tiene más cultura que su víctima y para conseguir dinero se ha visto obligado a matar, éste también es de los nuestros. Los colegiales que asesinan a un mujik para experimentar sensaciones son de los nuestros…” (Dostoievski, 1976, p. 56).

            Así como Stavroguin no padece la vergüenza y perpetra todos sus crímenes sin el menor remordimiento y, sobre todo; con placer, de la misma manera se puede observar la relación que tienen el Sádico y su cómplice. Eso que hacen, el crimen, el secuestro, el asesinato; lo hacen por placer. No necesariamente como el personaje de Dostoievski que “estaba aburrido de la vida hasta la estupidez”, sino solo por placer; comunión sexual entre dos hombres que no revelan lo que son y que, sin embargo se atraen. En la novela de Dostoievski, para reafirmar la unión del grupo criminal se lleva a cabo a manera de ritual un asesinato en pandilla, de esa manera nadie podrá denunciar a nadie a cerca del crimen, pues todos están expuestos, todos son culpables. De manera semejante ocurre con el Sádico y su compañero. Sus asesinatos son una manera de estar unidos. Sus preferencias sexuales no son aceptadas por la sociedad, ni por su cultura, han crecido negándose a sí mismos, pero esto, el crimen, es una experiencia comparada a la relación sexual; ninguno de ellos, aunque la atracción sea mutua, puede permitirse ser penetrado por su compañero; el asesinato los vincula, es el placer sexual, como no pueden mantener una relación homosexual, ni mucho menos una relación sexual, la víctima se convierte en el vínculo sexual que los une, ambos están comprometidos por la sangre de sus víctimas.

            La pulsión de muerte de la que habla Freud aparece en estos dos asesinos. El mote que la prensa le dio a Marroquín no fue gratuito; el Sádico. Y no solo por la agresividad con la cual asesinaba a los homosexuales, sino que este mote responde a otro alcance, no solo es un apodo, sino un comportamiento, incluso se podía decir que se trataba de un ritual sexual por todos los componentes que incluía el asesinato; los castigos, la humillación, el temor, la manera de asesinarlos por medio de asfixia por ahorcamiento y, la estrella marcada en la frente de los cadáveres; era su marca personal.  Así la víctima se convertía en el objeto sexual de la pareja asesina. El sadismo responde a un componente agresivo de la pulsión sexual, inclinación a dominar el objeto sexual para vencer su resistencia. Fluctúa entre la actitud meramente activa (violenta) hacia el objeto sexual, hasta el sometimiento, infringiendo malos tratos a éste como condición única de la satisfacción: perversión.  El sadismo responde a la pulsión de crueldad activa, quizá podría hablarse de una reminiscencia infantil que no se ha superado, pues es también en la infancia donde se muestra la crueldad; el sadismo, más no el masoquismo.

            El Sádico y su cómplice habían desarrollado una extraña forma de sexualidad, además de ser una conducta violenta para con la víctima, podría hablarse de fetichismo, tomando como fetiche a los secuestrados. En cualquiera de los dos casos la víctima se tornaba objeto de placer a manera de comunión de dos personas que no podían definir su identidad y, a través de ellas emancipar sus deseos sexuales y de alguna manera llevar a cabo una relación, en la cual, como todas, tenía implicaciones, responsabilidades y deberes.

Raúl Osiel Marroquín Reyes. Alias El Sádico, ex sargento primero, dedicado a matar homosexuales, estuvo cuatro años y siete meses en el Ejército mexicano, uno de ellos como cadete en la Escuela Médico Militar en Tamaulipas; después de causar baja se dedicó al robo con violencia, por el que fue a prisión en mayo de 2004 a agosto de 2005 y al salir decidió viajar a la Ciudad de México, donde inició sus crímenes. Dice que jamás sufrió ningún tipo de violencia y que no es homosexual ni homo fóbico, pero su actitud refleja lo contrario. (http://www.criminalistica.com.mx/categorias/criminologia/48-asesino-serial?format=pdf).    

 

 

 

Bibliografía:

 

Paz, Octavio. (1998) El laberinto de la soledad. México, Edit. FCE.

 

Dostoievski, Fiodor. (1976) Los endemoniados. Barcelona, Edit. Bruguera.

 


 

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